lunes, 25 de febrero de 2013


Efesios 2:17-18    Los de lejos y los de cerca 

17 “Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca;
18  porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre”.

Comentario:

El Apóstol Pablo nos hace ver que nosotros éramos considerados “alejados de Dios” o que estábamos lejos de sus preferencias.
Todos los que somos padres podemos entender esta frase del versículo: “Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos” ¿Por qué podemos entenderlo mejor que otros? Porque el ser padres nos permite mirar más allá que otros que no lo son, y mirando a nuestros hijos con ojos sin divisiones, los que están lejos son iguales que los que están cerca. Como padre, Dios se ha preocupado por traer cerca a los pródigos, en este caso mediante la reconciliación que Cristo trae entre creyentes judíos (los de cerca) y creyentes gentiles (los de lejos), y entre la nueva humanidad así creada y Dios.
Es hermoso y ejemplar para nosotros, considerar el corazón de Dios que trata de atraer hacia sí a todos sin distinción. Un corazón acogedor que se dispone a dar a todos por igual, los de cerca y los de lejos, y pensar en que por ser Dios pudiera tener más preferencias por unos que por otros sería peligroso. Si algún ejemplo podemos tomar como hombres de este pasaje es el aprender a ser padres que se entregan por completo a sus hijos, y no que nos demos pero debido a las circunstancias podamos volvernos egoístas en determinados momentos y abiertos en otros.

El v. 18 rescata este concepto, expresándolo en una metáfora tomada de las leyes del templo. En el Antiguo Testamento, sólo el sumo sacerdote, como representante de Israel, tenía acceso inmediato a Dios en el sentido de que era el único que podía entrar al lugar santísimo, y eso solamente en el día de la Expiación. Israel estaba a cierta distancia, y los gentiles un poco más lejos. Pero a través de la muerte y resurrección de Cristo ambos tienen ahora acceso inmediato a Dios por medio del don del Espíritu Santo, que trae la presencia consciente de Dios a cada persona. El secreto máximo de Dios para lograr esto fue “la muerte”. Dios hecho hombre, vive y muere en sí mismo para hacer cercanos a todos. El secreto fue morir y dar su vida.
Si el egoísmo que como padres terrenales podemos tener en determinados momentos de nuestra vida sigue tutelando y manejando nuestra vida, no hemos aprendido nada de Dios. El secreto es morir y dar la vida, “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. Lucas 9:23
La gente puede ver que Dios es amor y que Jesús es Señor cuando vivimos en armonía con otros y de acuerdo con lo que Dios dice en su Palabra. Somos ciudadanos del Reino de Dios y miembros de su familia.

Rubén Pelegrina 
Efesios 2: 19-22 ¿Por qué no hay unidad en el pueblo de Dios?

19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, 
20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;
22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.

Comentario:
Hace siete años mi familia emigró de Argentina a otro país y personalmente me sentí verdaderamente un extranjero y un extraño hasta que después de seis años me nacionalicé. Luego de eso ya no era un advenedizo pero mi sangre seguía reclamando su lugar de origen. Esta es una verdadera barrera que puede aislarnos si le damos un espacio en la mente.
Cuando Jesús muere en la cruz se da este fenómeno de sentimiento extranjero entre los gentiles (los no judíos). Los judíos estaban cerca de Dios porque tenían conocimiento previo acerca de El mediante las Sagradas Escrituras y lo adoraban en sus ceremonias religiosas, pero los gentiles estaban lejos ya que conocían poco o nada acerca de Dios entonces comenzaron a tener un sentimiento de forasteros religiosos. Pablo les escribe para quitar este pensamiento de exclusión de sus mentes.
En el edificio de Dios, que es lo que Él ha construido, no pueden haber ladrillos de diferentes medidas o faltantes. Un ladrillo debe tener un sentimiento de pertenencia y no de exclusión. Hay millones de cristianos que van a la iglesia todos los domingos y simplemente se sientan en una banca a escuchar el sermón y luego se retiran a la casa, pero jamás tienen un sentimiento de ocupar un lugar dentro del edificio. De esta manera los hombres colaboramos para que otros se burlen de Dios.
La gente puede ver que Dios es amor y que Jesús es Señor cuando vivimos en armonía con otros y de acuerdo con lo que Dios dice en su Palabra. Somos ciudadanos del Reino de Dios y miembros de su familia.
Muchas iglesias locales fracasan porque son orientadas por sus líderes bajo ideas e ideales humanos y muy personales. La Iglesia no es un edificio levantado sobre ideas modernas, sino sobre la herencia espiritual que se nos ha dado por los primeros apóstoles y profetas de la iglesia cristiana (v.20)
Si bien no somos extranjeros dentro del pueblo de Dios, debemos sentirnos como extranjeros en este mundo, peregrinos en un país que no es nuestro, viajando por este mundo como extranjeros, cuya ciudadanía y residencia última se halla en el cielo mismo. No confundamos las dos ideas, no somos extranjeros dentro de la iglesia, pero sí debemos sentirnos extranjeros en el mundo.
La unidad en la iglesia no depende de la organización, ni del ritual, ni del tipo de reuniones, porque unos son fervientes y otros no, sino de Cristo y donde está Cristo, allí está la Iglesia. La Iglesia solo presentará su unidad cuando ella o sus líderes se den cuenta de que no existe para propagar las ideas de un grupo de personas, sino para ofrecer un hogar en el que pueda morar el Espíritu de Cristo y en el que todas las personas que aman a Cristo puedan sentirse bien y reunirse en ese Espíritu.

Rubén Pelegrina